Escalofríos me han entrado al escuchar el testimonio del dueño y la camarera del bar de Alsasua donde se produjo la brutal agresión a los dos guardia civiles y sus parejas cuando se estaban tomando una copa tranquilamente.
No vieron nada, no reconocen a nadie, afirman los dos, y como mucho la camarera ha admitido que le dijeron que fuera había un guardia civil caído en el suelo. Increíble, si tenemos en cuenta que el ataque a los dos guardias civiles y sus parejas se produjo en su bar, según múltiples testigos e incluso los testimonios de los propios agresores.
Se puede discutir si estamos ante un caso de terrorismo, se puede debatir si hubo provocación, e incluso se puede argumentar en un ejercicio de cinismo que se trataba de fuerzas de ocupación, pero declarar que no hubo pelea o que no se acuerdan de nada sólo tiene una explicación: están aterrorizados.
Y es normal, a la mayoría nos pasaría lo mismo si al día siguiente de la declaración en el juzgado tuviésemos que vivir y trabajar cada día de nuestras vidas rodeados de estos salvajes, porque todo el mundo sabe quienes son. Y esto me lleva dos conclusiones principales:
1.- Lo terrible que tiene que ser para las personas «normales» que sólo quieren vivir, trabajar, criar a sus hijos, etc. tener que hacerlo en un entorno tan insano.
2.- El valor de los guardias civiles, policías nacionales y policías forales que cada día tienen que lidiar con estos violentos fanáticos.
Mucho ánimo y mi sincera solidaridad con ambos.