Sigo sin ser partidaria de los referéndums pero estamos llegando a un punto en el que va a ser imposible sostener que con unas elecciones autonómicas es suficiente, ante los catalanes y ante la opinión pública internacional.
Habría que estar ciega para no darse cuenta de que si el 75% de los catalanes al menos quiere votar en un referéndum, quien no se presente a las próximas elecciones autonómicas prometiendo un referéndum, no las va a ganar.
Por eso propongo que después de las preceptivas elecciones autonómicas que despejen el panorama, porque mucha democracia y tal pero a Puigdemont no lo ha votado nadie como presidente, se haga un referéndum de verdad. Legal, por supuesto, pactado, por supuesto, vinculante, por supuesto, y gradual. La clave está en que el referéndum sea gradual, como les explicaré a continuación, para que sea verdaderamente democrático, y no la farsa actual.
Está claro por los resultados electorales autonómicos y todas las encuestas sin excepción que el referéndum no puede ser un todo o nada, un blanco o negro, como se plantea ahora, porque eso significa que la mitad de los catalanes gana, sí, pero la otra pierde seguro. Podemos estar hablando de un 55/45 a favor de continuar en España, como en las pasadas autonómicas, pero viene a ser más o menos la mitad.
Por eso propongo que los catalanes voten en una escala del 1 al 5 la relación que quieren con España, en la que 1 significa ninguna, la independencia absoluta, y 5 significa disolver la Generalitat y volver al centralismo total.

Abundando un poco más, 2 sería la nación federada, con cupo económico y competencias plenas, 4 sería dejar la Generalitat en un ente representativo sin casi competencias, y así sucesivamente hasta llegar 3 que sería el autogobierno actual. El punto medio es la situación actual porque no nos podemos abstraer de la realidad.
Los catalanes no votarían sí o no, sino un número del 1 al 5 en función de sus preferencias, y tras el recuento se sacaría la media. Sí, por ejemplo, saliese 2,15 todas las formaciones políticas catalanas elaborarían una propuesta política que recogiese ese nivel, que después sería recogida en una reforma constitucional que debería ser aprobada por los españoles. Lo mismo que si saliese 4,20 y hay que rebajar la autonomía, todos se lo tendrían que tragar. Para eso queremos que la consulta sea vinculante.
Porque lo que es evidente es que de ninguna de las maneras un referéndum que se vota sólo en Cataluña nos puede vincular a los demás españoles, los que no estamos llamados a participar en la consulta. Vinculará a los catalanes y los representantes políticos catalanes, nada más, así que después habría que consultar a los españoles.
Esta propuesta de referéndum gradual tiene sus inconvenientes, es lógico, pero también sus ventajas, porque nos evitamos una pregunta tipo test con sólo dos opciones, sustituida por un valor numérico, y en otras autonomías se puede replicar con posterioridad. Seguro que es perfeccionable, pero lo que parece claro es que no se pueden seguir reprimiendo indefinidamente los deseos de los catalanes de votar.
Esta es, obviamente, una opinión personal.