Todos somos un poquito plurinacionales

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Esta mañana leía con interés el artículo de la ex compañera de Alborache, Amparó Vañó, ahora en la plataforma Contigo, del que voy a reproducir el primer párrafo:

«La gran mayoría de los refugiados proceden de países, sociedades, culturas sin libertad, sin libertades. Vienen de sociedades con fuertes lazos religiosos, en las que la familia, a veces también la tribu, suele ser más importante que el individuo o incluso los individuos. Y llegan a una sociedad que el individuo está por encima de la comunidad; si la familia se disuelve, el Estado funciona como garantía ante los riesgos vitales; se asegura, sin lugar a dudas, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, así como el derecho individual a la autodeterminación sexual.»

La religión, la familia, la tribu… la nación, añadiría de mi propia cosecha, e incluso el pueblo, son elementos que actúan contra la libertad individual en beneficio de un colectivo al que se supone pertenece el individuo. El individuo no debe o debe hacer algo porque es contrario o favorable a estos colectivos, incluida la nación.

Cuando se habla de un estado plurinacional, no suena mal, cuando se pasa a la nación de naciones, empieza a oler a podrido, para a partir de ahí acabar revolcándonos por el barro, como los propios socialistas reconocen. ¿Esas naciones que forman la nación no están a su vez formadas por otras naciones más pequeñas, y así sucesivamente? Porque pasar de una España grande y libre a una Cataluña grande y libre o a una Valencia grande y libre no parece suponer ningún avance cualitativo.

Todos somos un poquito plurinacionales, las personas y los territorios. Quién no tiene un abuelo de no sé dónde, pero que no es de aquí, y en qué territorio todos son 100% idénticos, se caería en el absurdo de los ocho apellidos vascos, que tantas carcajadas ha provocado. Tampoco todos los españoles van vestidos por la calle de toreros. Hemos llegado hasta hoy fruto del cruce de múltiples nacionalidades a lo largo de la historia, no hay nada ni nadie nacionalmente puro. Y con la globalización cada vez menos lo va a haber menos, por muchas barreras que se le quieran poner nos encaminamos hacia una época de mestizaje nacional.

Por eso, ninguna formación política se atreve a concretar lo que sería su propuesta para reformar el artículo 2 de la Constitución, y muy especialmente el PSOE, que es quien la propone, a pesar de que un gobierno autonómico y varios partidos catalanes tradicionales estén dispuestos a incumplirlo, sin obtener respuesta del estado por el momento. A falta de una propuesta concreta, lo mejor es seguir como estamos, porque lo de la constitución boliviana es una ocurrencia.

España podría ser un estado plurinacional si en los estatutos las comunidades autónomas también reconociesen que son plurinacionales. En cambio, si la solución es considerar que España es un puzzle de piezas heterogéneas que ni siquiera encajan bien y negar la existencia milenaria de la nación española, será un rotundo fracaso. Tan fácil como reconocer que todos somos un poquito plurinacionales, y que la nación no se puede usar de excusa para discriminar a nadie, para empezar en una votación sobre el futuro del estado español como pretende hacer el independentismo en Cataluña.

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