Sacarle todo su jugo a la naranja valenciana

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Desde el punto de vista de una profana en producción agrícola aunque muy interesada en mercados internacionales, intentaremos analizar los problemas que afectan al sector citrícola valenciano tras los acuerdos de importación suscritos por la Unión Europea con Sudáfrica y Mercosur, que tantos estragos está causando, y apuntar también alguna solución, cómo no.

Para empezar, es evidente que estos acuerdos de comercio internacional, con una orientación general positiva para la economía europea y mundial, están arruinando a muchos productores valencianos y afectando muy gravemente a algunas localidades, por ejemplo Algemesí, pero no hay comarca que se salve siendo las principalmente perjudicadas l’Horta y las dos Riberas, lo más granado de nuestra comunidad, o mejor podríamos decir lo más ‘anaranjado’.

La mejor naranja, la valenciana

Para continuar, darnos cuenta de que es imposible mantener indefinidamente las barreras arancelarias para favorecer la producción valenciana y que es inevitable que los costes de producción sean más bajos en otros países donde no se pagan casi impuestos ni seguridad social, los salarios son de miseria, disponen de más y mejores recursos naturales, etc. de manera que para los productores valencianos competir con ellos por precio es poco menos que una utopía.

De las diferentes variedades de naranjas, de las que no vamos a hacer una enumeración exhaustiva pero que todos conocemos como navel, navelina, salustiana, sanguinetti, etc. sólo dos de ellas la «Valencia Late» y la «Navel Foyos», que a pesar de su nombre es la que se cultiva mayoritariamente en Torrent y que a su vez es una mutación natural de la «Washington Navel», incorporan en la denominación su origen valenciano, aunque hay otras conocidas como las «Blancas» o «Valencias» que también se ha intentado que vayan por ese camino.

A corto plazo, la única solución que se nos ocurre es exigir a las autoridades comunitarias reguladoras que controlen e impidan la importación de naranjas en cuyo nombre aparezca en todo o en parte la denominación Valencia o la de alguna localidad valenciana, si no es cierto que han sido cultivadas aquí. Algo que mucho nos tememos los actuales gobernantes valencianos, más preocupados por temas históricos o lingüísticos como si nos fueran a dar de comer, no se están tomando en serio ni dedicando los recursos públicos necesarios para evitar las falsificaciones, pese a los ímprobos esfuerzos de la oposición en el Parlament, representada en este caso por Ciudadanos.

A medio y largo plazo, la solución más duradera que vemos es la diferenciación del producto por su origen, en este caso valenciano, de manera que para el consumidor no sea lo mismo una naranja que una naranja valenciana. Un perfecto ejemplo de esta labor que se lleva desarrollando desde hace décadas es el del plátano, que todos tenemos interiorizado que no es lo mismo un plátano cualquiera que el plátano de Canarias.

Va siendo hora de que las instituciones públicas valencianas, en todos los escalones representativos, ayuntamientos, mancomunidades, diputaciones, generalitat valenciana y estado español se pongan las pilas y se dediquen verdaderos esfuerzos en propagar la idea básica de que no es lo mismo una naranja del montón que la insuperable naranja valenciana en cualquiera de sus variedades autóctonas.

Probablemente, no lograremos evitar que se sigan importando naranjas para zumo, perfume y otras aplicaciones industriales pero al menos intentemos mantener el mercado de la fruta fresca por piezas y del zumo natural recién exprimido que es alimentaria y económicamente el más jugoso. Mucho mejor que nos gastemos el dinero en promocionar la naranja valenciana que en la independencia de Cataluña, subvencionar los medios de comunicación propios y afines o en enriquecer a las entidades catalanistas valencianas, como están haciendo ahora.