Paco, levántate y anda

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1999

Siempre he pensado que el mayor error político de Pedro Sánchez fue la exhumación de la tumba de Franco en el Valle de los Caídos, el 24 de octubre de 2019. Y, particularmente, la retransmisión con media docena de cámaras, planos aéreos y un boato innecesario, pero premeditado, a una semana del comienzo de la campaña de las elecciones generales del 10-N.

Lo que a corto plazo pareció un acierto mediático, cuya consecuencia más evidente fue la victoria en los comicios que le permitió formar gobierno, tras alcanzar un pacto de coalición con Unidas Podemos, su pesadilla nocturna hasta 48h después de no obtener mayoría suficiente para gobernar. Hoy, supone un problema, salvo que el actual Presidente decida ponerse la skin de mesías, y emular al ex carpintero de Nazareth, y dedicarse a la resurrección de muertos.

Españoles, Franco ha muerto. Y lo han enterrado. Y lo ha exhumado. Y vuelto a enterrar. Y su fantasma sigue siendo una herramienta política para amedrentar a generaciones que no han vivido, ni de cerca, una dictadura, salvo asesorándola en materia económica. Y, claro, el muerto, de tanto moverlo y airearlo por la televisión, ha perdido efecto.

Si aquel ¡Lázaro, ven fuera! fue lo que para muchos desencadenó la muerte del Mesías. Como se le ocurra a Pedro Sánchez resucitar a Paco, auguro cual profeta, que será la muerte política de Rabí socialista. Y es que el divino y ateo Pedro Sánchez igual se ha creído eso de que “esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella.” La gloria es efímera. La historia suele repetirse. Y el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra.

Mientras el PSOE sigue usando la figura del dictador, su socio de gobierno Pablo Iglesias, juega a vincular la monarquía con la dictadura, para refrescar el discurso. Y, si le dan la oportunidad, enterrar él, o él y ellas, si lo prefieren, a un nuevo muerto. Y este regio, nada menos. Y darse el gustazo de poder exhumarlo, enterrarlo de nuevo y sacarle todo el jugo posible para estirar la historia un par de legislaturas. Un nuevo mesías con raíces en el madrileño barrio de Vallecas, en sustitución del de Tetuán.

Y lo hace –hacen- pervirtiendo la figura de la monarquía –que el monarca emérito es humano, con sus debilidades y fallos, pero no institución. Y obviando la realidad y la historia, dando la callada o re-escribiéndola al gusto.

Hoy, no verán en ningún informativo mención alguna a día importante, 4 de enero de 1977, fecha en la que el rey Juan Carlos I promulgó la Ley para la Reforma Política del régimen sobre el que el Estado había basado su mandato los últimos 40 años. O, dicho de otro forma, con esta ley se daba por finalizado el llamado régimen franquista. Un texto que decía “La democracia del Estado español, se basa en la supremacía de la Ley, expresión de la voluntad soberana del pueblo”. Y, lo que es más importante, que “la voluntad de elaborar y aprobar las leyes reside en Las Cortes”, atribuyéndosele al rey solo la potestad de sancionar y promulgar.

Claro que, para asegurar la representatividad popular, en caso de reforma constitucional esta iniciativa corresponde al Gobierno y al Congreso de los Diputados, pero “el Rey, antes de sancionar una Ley de Reforma Constitucional, deberá someter el proyecto a referéndum de la Nación”.

Y, de ahí, la obsesión de Pablo Iglesias & Co. de controlar los medios de comunicación públicos, cultivar los medios propios y regar con dinero a los privados, incluso cuando no lo había –ni lo hay- para incrementar las plantillas de sanitarios, pagar las ayudas a los autónomos y empresarios, o para financiar el Ingreso Mínimo Vital, en estos tiempos de pandemia en los que vivimos.

Así que, no descarte que, cualquier día en el sermón semanal –salvo festivos- de Pedro Sánchez, acabemos oyendo algo así como: “Nuestro amigo Paco se ha dormido; pero voy a despertarlo.” Con otras palabras, claro. Que el lenguaje político de hoy en día es menos claro y Pedro es aconfesional, pero copia como nadie.

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