Con reacciones que van del desagrado a la furibunda crítica han sido recibidas las dos fallas municipales de Valencia, tanto la infantil como la grande.
Incluso se ha llegado a especular en las redes sociales con la hipotética desilusión que la falla infantil habría podido provocar en la fallera mayor infantil y su corte de honor, un supuesto que ha sido posteriormente desmentido.
Ambas fallas, aparte de un diseño muy innovador en los «ninots», la mayoría carentes de expresión, han recibido esta fría acogida por parte del público más tradicional porque no tienen un núcleo compacto o cuerpo central y por tanto son casi transparentes, es decir, mirando la falla se ve lo que hay detrás.
En cuanto a su intención satírica, se ha cuestionado que el motivo principal de la falla grande sea una crítica a actuaciones de anteriores gobiernos, como es el caso de la torre de Calatrava, en vez de reirse con gracia del gobierno municipal actual.
También han tenido sus defensores, como los que apuestan por la originalidad en las fallas municipales o los que han argumentado con toda la razón que el proceso de selección de los monumentos falleros ha sido escrupulosamente democrático y ha contado con representación de todos los estamentos implicados, en vez de decidir los gobernantes como anteriormente.