La plurinacionalidad o cómo multiplicar el problema por 19

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¿Realmente alguien cree que en España hay 19 naciones uniformes, perfectas, grandes y libres? ¿Verdad que no?

Nadie en su sano juicio puede pensar que todos los murcianos se sienten de la nación murciana, o que todos los ceutíes se sienten de la nación ceutí o que todos los valencianos nos sentimos de la nación valenciana. Ni siquiera todos los vascos se sienten de la nación vasca o todos los catalanes de la catalana. No, esa concepción no refleja la realidad nacional española.

Por eso, los padres de la Constitución, con muy buen criterio, establecieron que hay nacionalidades y regiones. Las nacionalidades son comunidades autónomas en las que una parte más o menos significativa se siente de otra nación y las regiones son las otras comunidades o ciudades autónomas, donde el sentimiento nacional propio es despreciable (en un sentido numérico o estadístico).

Incluso hay comunidades autónomas a medio camino entre la nacionalidad y la región, como la valenciana, en las que el sentimiento nacional es escaso, por lo que no son consideradas nacionalidades históricas, y en cambio se les reconoce una cultura y una lengua propias. Reflejar la realidad lo más fielmente posible en un texto jurídico o ley fundamental, lejos de un deshonor, es sin duda la mejor manera de evitar conflictos de sentimientos nacionales.

Precisamente, son aquéllos que se sienten más «oprimidos» por la Constitución española, la misma que les permite tener su propia nacionalidad, los que exigen que en su comunidad autónoma todos se sientan de su pretendida nación propia, sin fisura ni objeción alguna, reproduciendo y aumentando el problema de sentimientos nacionales que dicen querer solucionar. Son los llamados nacionalistas excluyentes, porque llamar nacionalistas españoles a aquéllos que establecieron en la Constitución un modelo autonómico abierto con nacionalidades y regiones es terriblemente injusto.

Siempre he dicho que sería partidaria de considerar la plurinacionalidad española en la Constitución si se admitiese la plurinacionalidad autonómica, es decir, que en España hay diversos sentimientos nacionales aparte del español que son legítimos, siempre que se aceptase que también en todas las autonomías hay un sentimiento nacional español que es legítimo. El nacionalismo excluyente nunca lo aceptará, mientras que el nacionalismo español fue capaz de reinventarse en el 78, a sólo tres años de la muerte del gran dictador.

Cuando se ofrece diálogo o se demanda negociación, también se debe hacer un esfuerzo de imaginación, no se puede mantener una posición numantina, la misma desde el siglo XIX, invariable y decimonónica. Al menos un esfuerzo ideológico tan relevante e imaginativo como el que tuvieron que realizar los padres de la Constitución.

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