Irene (el mundo por) Montera

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Atónita se ha quedado la peña, – y cuando digo peña, incluyo en esa palabra al género masculino y femenino, sin hacer apología de ningún tipo – y hasta en las propias filas podemitas han debido de flipar, cuando la portavoz del Grupo Parlamentario Unidos Podemos, empleó la susodicha palabreja en la sala de prensa del Congreso de los Diputados: Portavoza.

Me hubiera gustado ver en ese instante las caras de los miembros de la Real Academia Española de la Lengua, sobre todo la de Pérez Reverte, ante tamaño destrozo de nuestra secular, y mundialmente hablada, lengua.

Si la pardilla de Irene Montero, – o no sé si llamarla Montera por eso, pues, entre otras cosas, haría alusión a un elemento de la tauromaquia, y tampoco soy quien para ponerme el «mundo por montera» – se cree con estas cosas que le hace un gran favor al feminismo, yerra totalmente; se equivoca de todas, todas.

Lo único que hace es empatar a uno con la inefable y zapateril Bibiana Aído, cuando espetó aquello de «miembros y miembras»; tan sonado fue que se alinearon los planetas. Atentos por si hay sorpasso en esto.

Y todo por la obsesiva manía que les entró a algunos, en su día, de decir: los diputados y las diputadas…, los trabajadores y las trabajadoras…, con la consiguiente reiteración y pesadez en la comunicación empleando, según ellos, un lenguaje no sexista, haciendo gala de la más absoluta ignorancia de las reglas gramaticales más básicas de nuestra Lengua.

Con toda esta distorsión del lenguaje, que se utiliza para reivindicar la igualdad de la mujer con respecto al hombre, para lo de «a igual trabajo, igual salario» y para la progresiva erradicacion de las conductas machistas en nuestra sociedad, no se hace otra cosa más que caer en el ridículo más espantoso de quien se prodiga en ello.

La generación a la que pertenezco, y otras muchas anteriores y posteriores, fuimos educados en el más generalizado, puro y duro machismo, practicado al unísono por los poderes fácticos (franquista en mi caso),  en la escuela , en el trabajo, con los amigos y, sobre todo, en el ámbito familiar: por los padres y las madres, abuelas, hermanas, tías. Las propias mujeres eran las primeras en ser sumisas al machismo y practicarlo.

Todo estaba segregado en chicos y chicas, con sus correspondientes tabúes, tópicos, conductas tradicionales «de toda la vida», querencias de «macho ibérico» y un montón de cosas más que os podéis imaginar, pues, todo esto, por desgracia, aún perdura. Y ahora resulta que vienen cuatro snobs progres de tres al cuarto, blandiendo la espada del lenguaje, muchos de los cuales han sido «malcriados y consentidos», y se creen que así luchan contra el machismo, queriéndose convertir en adalides del feminismo. Pues va a ser que no.

Para cuándo eso de predicar con el ejemplo, preparando y dándoles el biberón y las papillas a tus hijos, limpiándoles la caca del culito al quitarle los pañales, cuidando de los abuelos, haciendo la comida y fregando los cacharros, limpiando el hogar familiar conjuntamente y, lo más importante, educando con estos valores en la práctica a los hijos, para que así, se vayan erradicando estos problemas de una vez por todas, y esta sociedad transite sin aspavientos hacia una plena igualdad entre hombres y mujeres, porque TODOS lo verán normal y no como ahora, que hay mucho progre suelto machista, que no predica con el ejemplo y muchas feministas de izquierda que vocean y quieren politizar un problema transversal como es el de la liberación de la mujer, planteando huelgas y soltando por esa boquita auténticos «palabros».

El feminismo no es patrimonio exclusivo de la izquierda, ni mucho menos. Es un movimiento transversal que exige que las mujeres tengan los mismos DERECHOS que los hombres y es antagónico al machismo. Es su antítesis. ¿‎Habrá que decir las huelguistas y «los huelguistos»? ¿Habrá que decir «carga pública» a una mujer que ostente un cargo público, con la carga peyorativa que conlleva?

‎En fin, dejémonos de chorradas y llamémosle al pan, pan y al vino, vino, y tomemos como modélico ejemplo de feminismo a Inés Arrimadas, ganadora de unas históricas elecciones en Cataluña, como única mujer candidata de entre siete, y que encima tuvo que soportar muchos insultos y alaridos xenófobos y supremacistas de alguna congénere que la envío a Cádiz.

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