Fracasados tanto el levantamiento político, con los golpistas huidos o en prisión, como el levantamiento popular, con la sociedad dando la espalda a las movilizaciones para paralizar la economía catalana, el separatismo apuesta ahora por el levantamiento policial por boca de Quim Torra, que apela a la vía eslovena.
Como bien han señalado multitud de voces, la llamada vía eslovena implica el enfrentamiento armado entre la policía dirigida por el separatismo, en este caso Quim Torra, lo que comúnmente se llama una «guerra rápida». También se pensaba que la llamada Iª Guerra Mundial sería una «guerra rápida» que, comenzada a finales de julio, terminaría en septiembre con el verano a tiempo de la cosecha, la mayor preocupación de la tropa combatiente de ambos bandos en los primeros días, pero duró más de cuatro años y causó 16 millones de muertos, cerca del 1% de la población mundial del momento.
Al contrario que en el conflicto esloveno, en Cataluña no existe diferenciación étnica alguna, por mucho que se empeñen. Al ver a una persona hablando por la calle, en castellano o en catalán, es imposible saber a primera vista si es independentista o constitucionalista, materialmente imposible. Los catalanes, lo mismo que en otras autonomías españolas, tienen diferencias ideológicas, pero de ningún otro tipo.

Al contrario que en el conflicto esloveno, en Cataluña el pretendido levantamiento armado para la instauración de la república catalana no tiene el apoyo mayoritario de la población, profundamente dividida en dos mitades casi irreconciliables, y no a su favor en más de un 90% como lo tenían los eslovenos. Cada manifestación es menos multitudinaria y los actos de fuerza cada vez tienen menor apoyo popular, este fin de semana ante la pasividad de las fuerzas del orden dirigidas por Torra.
Al contrario que en el conflicto esloveno, Cataluña no es ya una República con su propio ejército y con acceso a armamento pesado como la Eslovenia de 1990, ni controla sus fronteras y acuartelamientos. Es impensable que los cerca de 17 mil mossos, muchos de los cuales son leales servidores del orden público y constitucional, puedan ocupar los aeropuertos, puertos y cuarteles del ejército y de la guardia civil establecidos en Cataluña, con menos de la mitad de efectivos que los eslovenos, mucha mayor extensión que Eslovenia, y casi cuatro veces su población.
Al contrario que en el conflicto esloveno, la situación económica de Cataluña es sostenible, aunque mejorable. Una mejoría económica que pasaría por un incremento de la colaboración comercial y una mejor organización de los recursos dentro de la economía del euro y bajo la supervisión de la Unión Europea, no por una guerra fratricida en la que no se distingue quién es de cada bando, corta o larga.
Al contrario que en el conflicto esloveno, el separatismo catalán no cuenta con el apoyo de ningún estado del mundo, no ya europeo, porque no se enfrenta a un estado comunista autoritario sino a una democracia liberal integrada en la Unión Europea, la OTAN y todos los organismos internacionales con el máximo prestigio. Tan sólo cuentan con las simpatías de algunos líderes de la extrema derecha europea, difícilmente materializables.
En fin, que el mandato de Quim Torra no deja de ser una bravuconada a la desesperada cuando todo lo demás está fracasando. Sin embargo, el gobierno de España tiene más que suficiente para movilizar las fuerzas del orden necesarias para impedir su maquiavélico plan, por si Torra se quiere suicidar. O de lo contrario, los españoles se lo demandarán.