Con el auge de las redes sociales y otras herramientas en internet, todos nos podemos convertir en «periodistas» y aprovechar para difundir masivamente información y opinión, pudiendo alcanzar a miles o incluso millones de personas, sin pasar por el filtro de los medios de comunicación tradicionales.
Es difícil señalar límites en las redes sociales pero hay que llevar especial cuidado con todo aquello que se refiere a asesinatos, violaciones, secuestros y otros grandes delitos que a todos nos horrorizan. Lo digo por si alguien se pregunta dónde están los límites, que no es tan difícil.
Acaba de ser condenada la tuitera Cassandra a un año de prisión, que es menos de la mitad de lo que pedía el fiscal y no ingresará en la cárcel, tanto por reírse de la muerte de Carrero Blanco como por ensalzar a ETA por cometer ese asesinato, que es donde la Audiencia Nacional ha indicado el delito. Con 16 mil seguidores y millones de retuits no se puede negar que Cassandra es un pequeño medio de comunicación en sí mismo.
A mí Cassandra personalmente me cae bien, creo que tiene las cosas claras y parece lista y ocurrente. Lo que no entiendo es como nadie le aconsejó no enfrentarse a la Justicia y reconocer su error, como hicieron otros antes que ella, que en situaciones similares salieron mejor parados. Al contrario, mucho me temo que la han utilizado, ha salido malparada y ahora le tocará pagar su deuda con la sociedad ella sola. Que vienen a ser los mismos que claman para que a periodistas como Inda o Marhuenda les tapen la boca.
Lo siento mucho, pero estoy de acuerdo con ella en que la Justicia tiene que intervenir ante determinados tuits, como aquél en el que un energúmeno amenazaba con repetir en Barcelona la masacre de Orlando contra el colectivo LGTB, que fue de inmediato detenido.
Y el delito por enaltecimiento del terrorismo, mucho me temo que habrá que mantenerlo mientras haya terroristas.