Dos años de intensa campaña electoral

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Toda la visibilidad que Sánchez no ha tenido en el Congreso durante estos dos años de legislatura, comienza a desplegarse con su flamante presidencia del gobierno.

Va a ser muy difícil que convoque elecciones contra corriente, es decir, si las encuestas responden positivamente a su nuevo estatus. Por tanto, todo lo que va a hacer es medir muy mucho cada una de sus intervenciones, de sus propuestas, de sus negociaciones, para asegurarse de que le reportan unos votos ahora en manos de Podemos y Ciudadanos fundamentalmente. Sí, ahí se halla su granero.

Lo más normal es que veamos una actuación mixta, con un gran protagonismo de la defensa de la unidad de España, con medidas de corte efectista dirigidas a políticas de igualdad, sociales y todo lo que suene a moderno, veggie, ecológico y demás. Poco importará que tengan sentido o no, que sean viables o no, lo que va a buscar van a ser los titulares, no les quepa duda, una campaña electoral que durará dos vueltas completas de la tierra alrededor del sol. Si las encuestas no le favorecieren, tampoco convocará elecciones; simplemente virará sus políticas hasta que la sintonía de las encuestas le diga que va en la dirección electoral correcta. Vamos, como hacen todos menos Rajoy a veces e Iglesias con su casita de campo.

Los nacionalistas no van a sacar más que lo que les permita el vacío de poder y el desconcierto de un gobierno de tienda de campaña, bisoño y oportunista, al que España le trae al pairo, pero que se encargará de enviar mensajes contundentes a la población en defensa de la unidad de la misma. Lo hicieron con mucha más dificultad cuando el PP estaba en el poder, así que nada indica que no lo hagan aún con más fuerza en la nueva coyuntura.

Ha sido la unión contra el PP, contra Rajoy y demás lo que ha hecho que Sánchez acceda al poder este fin de semana. Y también el ansia. Eso va a hacer que este ejercicio bienal esté también dominado por el prejuicio y la reacción, bien aliñados por la improvisación y las pitufadas a las que nos tiene acostumbrados un Pedro Sánchez que tiene más cara de presidente que Suárez, y menos fondo que Picachu.

Basta recordar sus propuestas de eliminación del Ministerio de Defensa, su propuesta de reformar el Código Penal cuando ya estaba en vigor la ley que proponía, cuando propuso que las víctimas del terrorismo machista fueran reconocidas con funerales de estado o cuando se refirió a dos etarras encarcelados como presos políticos. No sé muy bien que pasa por esa cabeza para decir tales cosas, pero como es lógico me intranquiliza sobremanera. Como me intranquiliza sobremanera esas bases del PSOE que le eligieron una y otra vez como secretario general del partido, lo que me lleva a la siguiente reflexión: ¿estas bases conocen lo que hace y dice Pedro Sánchez o simplemente le votan sin fundamentar su análisis más que en sensaciones superficiales, sin leer periódicos, ver telediarios ni reflexionar mínimamente sobre sus actuaciones?

Siento tener que concluir que nuestro nuevo presidente no es un hombre sensato. Y esto, resulta tan peligroso como un chusquero en un polvorín. Si alguien piensa que lo que viene es mejor de lo que se va, simplemente que observe los días por venir. Aprenderemos a lo Trump.

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