Pasando por mirar a otro lado, por la impunidad, y por oscuros intereses económicos y políticos.

Soy de esa generación en la que los domingos por la tarde iba a visitar a mi abuela paterna, con mis padres y hermana, transistor en mano escuchando «Carrusel Deportivo». Mi abuela Carmen vivía en el ático izquierda del edificio que hoy en día es la Sede del Valencia CF, justo al lado de Mestalla, en donde llegué a ver en vivo y en directo desde mi más tierna infancia, a ese Madrid penta campeón de Europa de los Di Stefano Puskas y Gento, y que mordía el polvo con ese Valencia «bronco y copero» de los 50/60, con lo que se despertaba en mí esa «pura y gran afición al fútbol».
Y ese amor incondicional al equipo «blanc i negre» que a su vez alimentaba mi padre cuando, con gran emoción, me relataba las hazañas y títulos de la anterior década, conseguidos por aquella mítica «delantera eléctrica», un auténtico equipazo cuyo capitán Monzó, era gran amigo de mi padre y veraneábamos junto con su familia en el cercano y precioso pueblo de Serra (qué lujo… como ahora). En donde, por cierto, vi por la televisión del bar de la plaza aquel histórico gol de Marcelino con el que España se proclamaba, por primera vez, campeona de Europa, frente a la URSS.
Mi padre, por aquel entonces, no consideró oportuno «tirar de amigos» para que yo jugase al fútbol como tocaba, pues lo primero – y casi único – era estudiar, pero el veneno del fútbol ya lo tenía inoculado. También fui testigo de los «casi» tres títulos consecutivos de la llamada Copa Ciudades en Ferias (UEFA – Europa League), en la década de los 60.
Pero lo que más me marcó, ya con 17 años, fue la Liga del 70-71 conseguida por el Valencia de los Abelardo, Sol, Paquito Claramunt, Forment, Valdez… y Don Alfredo de entrenador. Cuando acabó esa temporada, cuatro íntimos amigos, – que lo seguimos siendo aún – futboleros natos, nos inscribimos en el cursillo de Árbitros de la Federación a instancias de otro que lo había hecho el año anterior y así podríamos ir a ver el Valencia «de gorra» con nuestro carné de árbitro, – a General de pié – estuviese completo el aforo o no.
Por circunstancias que no vienen al caso y después de seis temporadas, dejé esa afición de alto riesgo, e hice «un Guadiana» en mi vida con respecto al fútbol – a pesar de Kempes – y en el 83 volví al arbitraje de nuevo hasta el 98 que lo dejé por lesión, llegando a arbitrar durante cinco temporadas en Categoría Nacional (3° División), lo cual me permitió vivir desde dentro mi gran pasión futbolera, no como jugador que quería ser de pequeño, sino como árbitro, de lo que estoy muy orgulloso.
Lógicamente, como valencianista, viví intensamente y en directo las dos últimas finales ganadas por mí Valencia en Göteborg y Madrid, después de las frustrantes finales de Champions de Milán y París, así como las ligas del 2002 y 2004.
Pero ya hacía tiempo que tenía la mosca tras la oreja con respecto al despilfarro y la «obscenidad financiera» en el fútbol en general y en el VCF en particular; os resumo:
Aquí en las últimas dos décadas ha habido presidentes y directivos que se han hecho millonarios y otros que se han arruinado; unos por demasiado listillos y bordes, y otros por bobos y torpes, y todos con la cantinela del SENTIMENT, el cual se ha ido evaporando poco a poco de mi mente y ahora, con un tal Pedro, de Singapur, se va esfumando de mi corazón.
Antaño, los futbolistas y directivos sentían los colores. Desde hace bastante tiempo el vil metal ha impregnado el fútbol de tal manera que todos son mercenarios y así, año tras año, mi afición al fútbol languidece. Como a mí, le pasa a muchos; ¡qué lástima y qué pena!.
Todo esto no tiene visos de enderezarse con los últimos acontecimientos, sino todo lo contrario : Apuestas amañadas y voluntades compradas por mafias, cantidades estratosféricas pagadas en fichajes, escándalos financieros y sobornos en UEFA y FIFA, la R.F. E. F., con «Duracell» Villar al frente, robando presuntamente a todo dios (trama Soule, con hijo y nuera coreana) y, al parecer, «revendiendo entradas», muchas grandes estrellas de nuestro fútbol confesos y sentenciados por fraude fiscal, otros en camino, y TODOS contratando a los mejores asesores del mundo en ingeniería financiera, (mediante la cual, de facto, se eluden impuestos) porque sus «obscenos» emolumentos se lo permiten.
Evidentemente, la pureza del fútbol de antes no tiene nada que ver con el de ahora; el de hoy VIOLENTA al verdadero y profundo espíritu deportivo-futbolero. Por cierto, de la vergonzosa, indignante e inaceptable violencia en el mundo del fútbol…. ya hablaremos.
Entre unas cosas y otras, el fútbol se ha convertido en un problema social y político, teniendo muchos asuntos sub júdice; así las cosas, hoy por hoy, lo considero ya OBSCENO.