Buenos y malos negocios durante el #coronavirus

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No se trata de hacer un compendio extensivo sino un simple intento de señalar aquellos cambios que indefectiblemente se producirán por culpa de los nuevos tiempos de convivencia con el coronavirus, que ha venido para quedarse, y que tal vez otros analistas mejor preparados, conociéndolos o no, todavía no han adelantado públicamente.

Evidentemente, coge fuerza todo sistema comercial que evite el cara cara, sea en la venta, distribución o post venta, y dentro de esta amplia categoría cualquier negocio que sea «a domicilio». No perdamos tampoco de vista los negocios «para llevar», si son capaces de limitar al máximo la exposición, entrar, recoger, pagar y marchar con el menor contacto posible. Todos aquellos negocios, en cambio, en los que el trato con el cliente deba ser prolongado, más allá de un hola y adiós, van a tener que reinventarse, en parte porque se retraerá la demanda por el miedo a la infección y en parte porque para mantener espacios habrá que reducir la oferta.

El mercado inmobiliario también notará a medio plazo los efectos del coronavirus. De inmediato, aumenta la demanda de los locales comerciales «espaciosos» por motivos obvios, son más fáciles de adaptar a las nuevas normativas de reducción de aforos. Cualquier local pequeño, por otra parte, pasará a depender de la capacidad del negocio para trasladar la mayor parte del consumo al exterior del mismo, ya sea «a domicilio» como comentábamos antes o en las inmediaciones del mismo, por ejemplo en terraza, que podría extenderse más allá de la hostelería. ¿Llegaremos a ver que pongan «terraza» una tienda de moda o de juguetes? ¿Y una librería, una galería de arte o un museo? En determinados entornos turísticos las terrazas no hosteleras son bastante comunes.

El mercado privado de la vivienda también se va a resentir, con una clara tendencia a la baja, como apuntan todos los analistas, por culpa de una demanda que va ligada al empleo, con nefastas perspectivas. Se podrían salvar de la quema aquellas viviendas que ofrezcan un lugar de esparcimiento, las unifamiliares con patios, las situadas en pueblos y ciudades más pequeñas, menos masificadas, los áticos y pisos con terrazas amplias, frente a los pisos interiores con pasillos estrechos en el centro de las grandes ciudades, que durante este confinamiento se han convertido en cárceles.

Para el mercado del automóvil las previsiones no son mucho mejores, con la mayoría de los fabricantes a la pata coja, tras una década de pérdidas de la que todavía no se habían recuperado por culpa de las emisiones contaminantes y los cambios tecnológicos en la tracción de los vehículos, que se resisten a implementar para no perder el negocio de los motores de combustión. De todas formas, no se puede perder de vista que desplazarse en vehículo propio, incluso en trayectos cortos, es la mejor manera de no infectar y no infectarse.  Los transportes públicos, que ya eran deficitarios, todavía lo van a ser más, y otros estilos de desplazamiento sin habitáculo, como motos, bicicletas o patinetes, pierden atractivo. Si a su usuario o conductor de este tipo de vehículos se le puede meter una mota de polvo en el ojo, con más facilidad un virus.

En el top 1 de los negocios amenazados de ruina están las piscinas públicas, parques acuáticos y en general todos aquellos en los que varios usuarios ea la vez un medio acuoso, donde el virus se mueve con extrema facilidad y permanece activo casi a perpetuidad, incluso con la aplicación de productos hidrohigiénicos como el cloro y similares, que matan el virus pero no tan rápido como sería deseable. No somos expertos virólogos ni epidemiólogos pero hay deducciones que son de sentido común. En el caso de ríos, lagos, playas y otros lugares costeros en los que es posible el baño, faltan estudios por realizar.

En el top 2 vamos a situar, aunque sea a nuestro pesar, bares, pubs, discotecas, salas de fiesta y en general todos aquellos negocios que dependen de que haya «ambiente», es decir que para funcionar necesitan estar abarrotados, o en los que la gente llame a la gente, como el Bony de Torrente. Esa sensación de rozarnos con la masa, sean conocidos o desconocidos, de escondernos entre decenas o centenares de personas, de recorrer la pista de punta a punta esquivando a otros y evitando que se nos caiga el cubata, va a ser difícil que la volvamos a sentir.

Y en el top 3, ya para acabar, las compañías aéreas low cost, los grandes hoteles, los tour operadores y en general todos esos negocios que necesitan mover mucha gente a grandes distancias para ser rentables. Seguirá habiendo turismo pero es de prever que a más pequeña escala, nada de grandes grupos en viajes organizados. Por otra parte, la educación sigue siendo una gran incógnita, pero las perspectivas no son buenas salvo para la obligatoria, que de alguna manera se tendrá que organizar, y la que es a distancia. Cursos o masters de elevado precio que implican asistencia presencial y en muchos casos compartir pupitre u ordenador también lo pueden pasar mal.

Tómenselo como uno consejo que coger con pinzas o como un punto de partida para reflexionar y sacar sus propias conclusiones, no somos la bruja Lola.