A casita, que llueve

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No sé en qué día estamos… si es sábado o domingo… o lunes. Qué más da.

Cuando estás confinado en casa, todos los días son iguales; siempre la misma rutina: bajar a Nube (mi mascota) para que haga «sus cosas», desayunar (por este orden), ver qué hace falta comprar y, dependiendo de ello, ir a Mercadona, Consum, Mercado de Ruzafa y, siempre, a la misma panadería, a comprar el pan nuestro de cada día. Si se olvida algo o surge una necesidad puntual, siempre tengo abierto el SuperCor abajo de casa.

A media mañana (11 h) una picaeta o un esmorzaret xicotet, tirar de tele, móvil, lectura o escribir «anotaciones» cuando me viene algo a la cabeza, como ahora. A mediodía (14 h) el dinar. Siempre con plato de cuchara y postre (naranja). Por la tarde, más de lo mismo, – pues casi nunca en mi vida he hecho siesta – pero incluyo ejercicio, realizando varias tablas de gimnasia, ya que no puedo ir a andar al río, y así hasta la noche (no hay merienda) que alrededor de las 21 h ceno (un bullidet i alguna coseta) y más de lo mismo, hasta que me entre el sueño y me vaya a la piltra, que suele ser entre las doce y la una de la madrugá.

Esta es la rutina que me espera a un mes vista; sí, no me he equivocado. Esto del estado de alarma durará un mes o más, – ya me he mentalizado y me he hecho el ánimo –  básicamente por culpa de quienes todos sabemos; paso de comentarlo y calificarlo para no encabronarme, pues ya lo estoy, y mucho.  Ya llegará la hora de ajustarles las cuentas. No han querido coger el toro por los cuernos cuando podían y resulta que ahora les ha «pillao» pero sin el «carrito del helao».

Para acabar con otro símil taurino, me podrían decir que soy un listo, con eso de qué bien se ven los toros desde la barrera, y además, hacerlo «a toro pasado» pero, yo digo, que cualquier aficionado a la Fiesta sabe torear de salón, lo cual hubiera bastado para solucionar este problema, máxime cuando esta pandemia se veía venir a lo lejos – desde China nada menos – y desde mucho antes que nos llegara aquí, por lo que hubiera sido muy fácil y previsible adoptar medidas preventivas, tan sólo tirando del sabio refranero español : cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar.

Y como consecuencia y resultado de todo ello, me viene al pelo, como símil, la película del gran Berlanga: Todos a la cárcel. Ellos de verdad, nosotros de manera figurada, en casa.