Tras unos años en los que las viviendas vacías producto del frenesí constructor de la llamada burbuja inmobiliaria inundaban el mercado y hacían caer los precios, de nuevo empieza a acuciar a las familias españolas la necesidad de alternativas ocupacionales.
No es solo un problema de grandes ciudades como Madrid o Barcelona, afecta gravemente a municipios de tamaño medio, incluido Torrent y toda el área metropolitana de Valencia. Si en la actualidad este aumento de la demanda de viviendas se ha traducido en un relevante incremento del precio del alquiler, mientras la compra permanece comparativamente estacada, es por culpa de dos factores:
1.- No existe el ilimitado acceso al crédito que caracterizó la entrada en el euro y el sistema bancario europeo a comienzos del siglo XXI.
2.- El empleo de escasa calidad se ceba sobre una población muy escarmentada por la esclavitud hipotecaria y afectada por la precariedad e inseguridad.
No es sólo que los precios hayan subido, sino que es casi imposible encontrar una vivienda digna. Porque a todos nos gusta vivir en una casa bonita en un edificio bonito en un barrio bonito, en esto no hay clases. Soluciones a corto plazo como las ayudas al alquiler apenas menguan el problema, y tampoco podemos esperar a que un aumento del suelo urbanizable y la promoción pública vuelvan a reequilibrar el sistema.
La solución más rápida y efectiva a corto plazo puede y debe ser la recuperación de tantas y tantas viviendas que están vacías por muy diversas problemáticas, porque innumerables viviendas permanecen abandonadas o en estado de semi abandono. Algunas porque necesitan rehabilitación, otras porque no se terminaron de construir y las más por culpa del papeleo, que está estancado años y años mientras se resuelve, por ejemplo, la titularidad de la propiedad.
En algunos casos, escaleras enteras de 10 o 12 puertas permanecen casi vacías salvo dos o tres pisos. Habría que ir calle por calle, patio por patio, casa por casa averiguando por qué tantas viviendas no salen al mercado del alquiler; porque cada casa es un mundo, una república. En esta ingente tarea que deberían desarrollar los departamentos urbanísticos municipales podrían colaborar las asociaciones de vecinos, que son los que mejor conocen cada caso, a través de la elaboración de un detallado censo.
El censo es una herramienta fundamental que califica cada una de las viviendas vacías y permite a los servicios municipales estimular a los propietarios a conservarlas y aprovechar el tirón del mercado del alquiler, a la vez que se desincentiva la especulación. Un estímulo voluntario, no coercitivo ni sancionador, porque cada vivienda que saquemos al mercado redunda en beneficio de todos.