Un tributo a las mujeres valientes

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Acaba de conocerse la sentencia por el despido de Azahara Peralta, la ingeniera de Acuamed que se negó a participar en la trama de corrupción en la concesión de obras hidráulicas, y no ha podido ser más favorable, reconociendo su derecho a la readmisión, a cobrar los salarios atrasados de dos años y a recibir una indemnización cercana a los 50 mil euros. Sin embargo, la alegría no es completa porque la sentencia no es firme, aún podría ser recurrida por la empresa en lo que sería un ejercicio de incongruencia después de que varios altos cargos hayan sido imputados y de su reciente compromiso en la lucha contra la corrupción.

No terminaríamos nunca de enumerar casos de mujeres valientes que arriesgaron trabajo, familia y patrimonio para denunciar casos de corrupción en todo el mundo pero este tributo va especialmente dirigido a tres de ellas, Ana Garrido, que fue la pionera en nuestro país, la propia Azahara Peralta y el último caso conocido, Maite Morao, con especial implicación ante las inminentes elecciones catalanas el 21D. Entre las tres, con más apoyos han formado la llamada Plataforma por la Honestidad, nacida para dar soporte a los denunciantes de corrupción en la Administración Pública.

Allá por el año 2007 Ana Garrido fue la primera valiente en arriesgarlo todo por denunciar las prácticas de corrupción del por entonces alcalde de Boadilla del Monte, que sin decoro ni medida se lanzó a realizar operaciones inmobiliarias de toda índole en su propio beneficio. Esta técnica de Juventud lo denunció primero ante su partido, el popular, y luego a través del malogrado sindicato Manos Limpias, que al final parece que las tenía bastante sucias.

Al menos, la información que recogió Ana fue la base documental de la operación Gürtel, el mayor caso de corrupción en los juzgados españoles, con ramificaciones que se extienden en el tiempo y el espacio. El problema para ella es que todavía está a la espera de que los tribunales le reconozcan la indemnización de cerca de 100 mil euros que el ayuntamiento madrileño le adeuda, y cuyo pago va dilatando a base de recursos.

Azahara Peralta, como una de las directoras de obra de Acuamed, no sólo se negó a aceptar y firmar un contrato con un sobrecoste millonario con una de las principales constructoras españolas, un caso pendiente de jucio investigado en la actualidad por el juez Eloy Velasco, sino que hacía tiempo que sus firmes convicciones le impedían dar por buena la limpieza de los lodos tóxicos acumulados en el río Ebro a su paso por la localidad catalana de Flix.

Una contaminación salvaje que proviene de otra gran empresa, Ercross, que cotiza en bolsa y es la primera industria química española por volumen de negocio, y un asunto de lo más turbio que se arrastra desde hace años sin que todavía se haya logrado darle una solución definitiva.

El último de los casos denunciados por una valiente mujer que salió a la palestra fue el de Maite Morao, arquitecta del ayuntamiento de Sabadell, que se negó a avalar una operación urbanística del actual alcalde de la CUP, que pretendía ceder gratuitamente un inmueble y unos terrenos para la sede de un ‘casal popular’ cuando habían sido expropiados para ser destinados a equipamiento público deportivo.

Maite fue destituida y denunciada ante los juzgados de Sabadell por otra operación en la que no tenía nada que ver y cuyo caso finalmente ha sido archivado tras dos años de duro calvario, que la han dejado agotada física, mental y patrimonialmente. En la actualidad sigue de baja médica, al no encontrarse todavía preparada para reincorporarse a su puesto de trabajo.

Tres mujeres valientes que, me atrevo a decir, de no haber sido mujeres no serían tan honestas ni habrían sufrido tanto.

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