No, una mascota no es un regalo

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Entramos en unas fechas en las que los niños hacen sus cartas a los Reyes Magos, Papa Noel o el Olentzero. Los regalos que más suelen demandar los chiquillos se basan en juguetes o incluso mascotas. Dentro de este segundo grupo me voy a dedicar con este artículo-denuncia a manifestar lo que pienso sobre aquellas personas, en especial padres y adultos en general (los nenes no tienen culpa de la inconsciencia de los mayores), que regalan perros en estas fechas a sus familiares menores cómo el que regala un juguete de moda pasajera y que con el transcurso del tiempo este acaba en el cajón del olvido con motivo de que el párvulo ya se cansó de él.

Un perro es una vida que siente, ama y da lealtad absoluta a sus dueños, aunque desgraciadamente en este país llamado España contamos con animales de dos patas que son más ‘animales’ que los propios animales de cuatro.

La Fundación Affinity hizo un estudio el año pasado en el que aseguraban que se vieron obligados a recoger la cantidad anómala de 104.688 perros y que los principales motivos de su abandono se basaban en: las camadas indeseadas (15,3%), fin de temporada de caza (12,6%), renuncia al animal (10,8%), factores económicos (10,7%) y la última causa con motivo de las vacaciones familiares (1,2%).  Lo que las cifras a mi entender demuestran es que la especie humana merece ser castigada de por vida por la mala utilización que se hace de unos seres vivos tan nobles como inocentes que no tienen culpa de que haya adoptantes tan desgraciados como hijos de su madre que traten a los perros como objetos y, claro, en Navidad es un regalo ‘estrella’ para endulzar y enternecer a las personas, especialmente a los niños.

Cuando se tiene un perro hay que saber que por norma general cuentan con una esperanza de vida aproximada de 15 años. Esta cifra variará en mayor o menor medida según la raza del can y el cuidado que se tenga de él. A este hecho, hay que sumarle que todos los perros, aunque nazcan pequeños y ‘bebés’, no siempre van a ser así, salvo que elijamos una raza de tamaño menor que entonces sí será pequeño para toda su trayectoria vital.

Yo mismo hace tres años adopté un perro cuya raza es pastor vasco. Recuerdo la primera vez que lo vi y lo acuné entre mis brazos apenas contaba con 2 meses y medio. Tan pequeñito como quejica, pero con el que tuve un flechazo absoluto como nunca antes lo había tenido. De entre los tres que había para elegir, yo me quedé con el ‘llorón’ pero a su vez el que más me enamoró en el mismo instante en el que mi mirada se cruzó con la suya. A mi pastorcito vasco lo adopté poniéndole el nombre de Nax porque me recordaba a mí en la intensidad de sus emociones y hoy con el paso del tiempo, puedo corroborar la afirmación de que los dueños acabábamos siendo igual que los perros o quizás al revés.

Actualmente Nax pesa alrededor de los 32kg, ya no es ese bebé quejicoso al que me gustaba coger en brazos por lo diminuto que era, pero sigue siendo ese mismo perrito del cual me enamoré, con el mismo genio y a su vez tan cariñoso que me sigue cautivando.

De todas formas, no hay que mirar exclusivamente los defectos que tienen los perros, sino que hay que poner en una balanza las cosas buenas y malas que nos aportan y si suma más cosas positivas que negativas adoptarlos y en caso contrario, no hacerlo, pero bajo ningún concepto adoptar para luego expulsarlos de nuestras vidas porque son como bien digo, seres puros con gran cuantía de sentimientos y siempre sinceros. La lealtad que tienen estos animales es mucho mayor de la que podemos encontrar en las personas.

Los perros lo dan todo por ti y tu familia a cambio de una simple caricia y mirada cómplices, te protegen a ti y a los tuyos, de personas indeseables que buscan el mal a nuestro alrededor y eso dice bien de lo espléndidos que son. Para estas navidades en las que el 2020 lo tenemos a la vuelta de la esquina quiero mandaros a todos los que me leéis en Tribuna Libre el siguiente mensaje: no compréis, adoptad, ya que los perros que más nos necesitan son los que están en veterinarias y perreras y una vez que los adoptéis, dadles cariño, amor y un lugar en el que puedan alojarse.

Un perro tiene momentos dulces y con genio, al igual que nosotros y por ese motivo. hay que tener paciencia con ellos de la misma manera que debemos tenerla con los seres humanos. Los canes en la riqueza y en la pobreza nos apoyarán, en la salud y la enfermedad también, hasta el último día de nuestras vidas o de las suyas y todo esto a cambio de nada, motivo suficiente para deciros: un perro no es un juguete, pero sí una vida que nos puede otorgar felicidad.