Si por algo se caracterizan los últimos ataques terroristas es porque se trata de ataques suicidas. A diferencia de otros terrorismos, como el etarra, el anarquista, el bolchevique o incluso el palestino de su primera época, el aspecto fundamental del acto es la muerte de los terroristas, hasta un punto que nos atrevemos a afirmar que el yihadismo recluta suicidas.
Para atajar este terrorismo del siglo XXI es imprescindible efectuar un correcto diagnóstico y desentrañar sus causas, de lo contrario andaríamos dando palos de ciego. Si apuntamos y disparamos donde no es, sólo agravaremos la situación, ya de por sí extraordinariamente grave. En mi opinión, el componente principal es de índole psicológica.
El entorno político social de los terroristas de Ripoll no parece ser la causa principal, sin negar que tenga su influencia, lo mismo que las motivaciones religiosas. En realidad, estos críos no sabían lo que pasaba en Oriente Medio ni les importaba, y su situación social y económica no era peor que la de otros muchos millones de españoles, integrados en la comunidad y con trabajos que muchos desearían tener. Su religión musulmana influye, sin duda, pero si ocultan sus sentimientos e intenciones y se relacionan escasamente con la comunidad islámica a la que pertenecen, creo que se puede afirmar que tampoco es el factor más relevante.
Los críos de Ripoll, desalmados asesinos, eran fundamentalmente rebeldes sin causa, enfrentados a un mundo que los ignora cuando ellos creen ser merecedores de que nos arrodillemos a sus pies. Tan rebeldes, tan desesperados y tan ignorantes como para estar dispuestos a morir, matando sí, pero fundamentalmente morir. En ese sentido se parecen más a las sectas destructivas que a los terrorismos tradicionales, y precisamente por eso son tan difíciles de erradicar. Su fanatismo es yihadista pero no deja de ser un fanatismo suicida como cualquier otro, extraen del Islam sólo aquello que les interesa.
A lo que más me recuerda esta última ola de atentados yihadistas es a otros suicidas rebeldes sin causa, como los que después de un conflicto van a su instituto o a su empresa armados hasta los dientes, disparan a todo el que se les pone por delante y terminan suicidándose si la policía no acaba antes con ellos. Parecidos también a los que después de una discusión doméstica matan a toda su familia, por lo general cónyuge e hijos o padres, y después se suicidan, que de estos hemos tenido varios casos en nuestra Comunitat Valenciana. Por tanto, muchas soluciones propuestas resultarán ineficaces:
- Cortar sus vías de financiación… qué financiación, si se financiaban con los sueldos de dos de ellos, empleados en la zona.
- No vender armas a los países que apoyan o toleran la yihad… qué armas, si atentaron con una furgoneta alquilada, su coche particular y unos cuchillos que compraron en un todo a 100.
- No cultivar las relaciones comerciales y de amistad con países como Arabia Saudí… qué relaciones, si no sabían ni quiénes son los saudíes o los emires en la península arábiga.
- Ayudar a que sus países de origen tengan un desarrollo adecuado… qué desarrollo, si estos criminales no tenían en mente volver ni les importaba un pijo lo que pasa en Marruecos.
No todos tienen un perfil psicológico idéntico, lógicamente, hay líderes, como el imán, el conductor de la furgoneta y alguno más, y hay otros con muy escasa capacidad para pensar por sí mismos, que se ven arrastrados por los líderes. Tal vez lo único que los califique y los una sea su deseo de morir, matando, sí, pero fundamentalmente morir. En este sentido también son víctimas, pero no de la sociedad, sino de los que los utilizan como armas de usar y tirar en su desmedido afán de poder y dominación.
En esta determinación suicida reside su fortaleza pero también su debilidad, porque sólo pueden atentar una vez y no es tan fácil encontrar muchos imbéciles dispuestos a suicidarse por unas falsas ofensas y unas vanas promesas. Habrá más atentados, por supuesto que los habrá, en Europa y en España, pero no podrán ser muy continuados por falta de efectivos, aunque sí terriblemente dolorosos. Si nos mantenemos firmes y no caemos en la histeria racista de la extrema derecha ni en la división interna de la extrema izquierda, esta guerra a los suicidas la vamos a ganar.