Si el gran partido de la derecha española está perdiendo pulso a pasos agigantados es sin duda por errores propios, más que culpa de un entorno que le sea poco favorable, como pasó con el anterior de Rodríguez Zapatero. Con buenos datos macroeconómicos que si bien no se trasladan a la economía real, tampoco nadie puede decir que este año las cosas del vivir vayan a peor. Si el Partido Popular corre el riesgo de dejar de ser hegemónico, es por culpa de decisiones de gobierno mal ejecutadas, cuando hacerlo mejor era relativamente fácil.
Un buen ejemplo es el pasado referéndum independentista del 1 de octubre, en el que todos los ministerios se cubrieron de gloria. Los últimos informes policiales y las informaciones de prensa no dejan lugar a dudas, no controlaron a los mossos, no controlaron los gastos, no controlaron los recursos públicos de todo tipo, por mucho que afirmasen que la Generalitat estaba intervenida. Se terminaron de coronar con las inútiles y lamentables imágenes de violencia policial que nos sacaron los colores ante todo el mundo. Desde entonces, ministros como el de Interior o el de Hacienda, Zoido y Montoro, han quedado inhabilitados políticamente.
El segundo gravísimo error que pone el gobierno del PP al borde del abismo ha sido su insensibilidad ante las pensiones, con un aumento del 0,25% que es un insulto para nuestros jubilados en una economía con más de un 3% de crecimiento anual. No supieron ver a tiempo el cambio de marcha en la economía española ni aprovechar el margen que ampliamente les otorgaba el aumento de la recaudación para al menos tratar a nuestros mayores con dignidad.
Ahora se quiere corregir el error con un aumento para los dos próximos años igual al IPC pero el tanto va y se lo apunta el PNV, mientras que el Partido Popular ha demostrado que es un gobierno nacido para la austeridad pero en escasa sintonía con los nuevos tiempos, más abiertos y expansivos. Europa camina hacia una nueva realidad económica y Rajoy, como siempre, va a ser el último en enterarse.
Y el tercer error es lentitud, cuando no absoluta inacción, en la toma de decisiones y más especialmente en la regeneración política. El ejemplo de Cristina Cifuentes es palmario, podría haber salvado la cara diciendo desde el primer momento que el máster no lo había terminado, como han hecho otros políticos, pero tanto ella como Rajoy han preferido aguantar hasta verse arrastrados por el barro.
No es nada edificante ver un vídeo de una política de primera línea robando en un supermercado, pero menos explicable aún es que una persona adulta con suficiencia económica que roba en un supermercado pueda llegar a ser una política de primera línea. ¿Cómo se puede ser una mangante y a la vez presidente de una comunidad autónoma?
Y no nos extraña, porque siendo un partido absolutamente piramidal, en el PP sólo es posible medrar de la mano de los de arriba o a través de estas infames jugarretas, en vez de presentando propuestas y convenciendo a los militantes en las votaciones internas. Una democracia interna que en el Partido Popular no saben lo que es ni la conocen.