El pasado 3 de noviembre se celebraron las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, unas elecciones marcadas por la pandemia mundial del COVID-19 y, contra todo pronóstico, por una participación que no se veía desde principios de 1900. Este fin de semana se ha dado por finalizado el recuento de votos en los estados de Carolina del Norte, donde el voto por correo no ha sido suficiente para que Joe Biden alcance a Donald Trump, y Georgia, donde ha ganado Biden por un estrecho margen. El resultado final ha sido de 306 votos electorales para Biden con 78 millones de votos y de 232 votos electorales para Trump con 72 millones de votos. Consiguiendo Trump así 12 millones más de votos que en 2016 (o le amas o le odias), convirtiéndose Biden en el Presidente más votado de la historia y Kamala Harris en la primera mujer Vicepresidenta de los Estados Unidos tras 48 Vicepresidentes. Sin duda, unas elecciones de infarto e históricas.
Y es que a pesar de que todas las encuestas daban como claro ganador al candidato demócrata Joe Biden frente al candidato republicano Donald Trump, la victoria de Biden no se hizo oficial hasta el sábado 7 de noviembre, cuando los medios de comunicación confirmaron que Joe Biden había ganado el estado de Pensilvania con 20 votos electorales, logrando así los 270 mínimos para alcanzar la presidencia. Parece que hay que fiarse más bien poco de las encuestas de los Estados Unidos, que en 2016 daban como ganadora a la candidata Hillary Clinton y luego el resultado fue el que fue.
El resultado oficial se ha hecho esperar porque durante los días siguientes a la jornada electoral, en los “swing states” (estados bisagra) de Nevada, Wisconsin, Pensilvania y Carolina del Norte se ha vivido una auténtica batalla electoral. Y todo debido a un factor que ha sido decisivo en estas elecciones: el voto por correo. Esta opción ha sido la escogida por casi 65 millones de estadounidenses para ejercer su voto, otro récord más en estas elecciones. Un voto por correo que tradicionalmente favorece a los demócratas y que ha aumentado considerablemente estas elecciones por el miedo a la pandemia.
El voto por correo en los EEUU es un poco complicado de explicar porque las reglas del juego cambian en función del estado. Por ejemplo, el estado de Pensilvana ha permitido la contabilización oficial de votos hasta 3 días más tarde del cierre de los colegios electorales siempre y cuando esos votos fueran emitidos antes o el día de las elecciones. Y es en el voto por correo de donde surge la polémica a la que nos vamos a tener que acostumbrar durante las próximas semanas. Porque Donald Trump, ya el mismo día de las elecciones puso a trabajar su equipo de abogados, liderado por el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, para que dieran la batalla en los tribunales con tal de anular votos por correo y evitar perder las elecciones por vía judicial.
El voto por correo no ha beneficiado en absoluto a Donald Trump estas elecciones. En los estados clave de Pensilvania y Georgia, donde al finalizar la jornada electoral todo apuntaba a que Trump iba a ganar, el voto por correo le ha dado la vuelta a la tortilla y la victoria a Biden en ambos por un margen de 70 mil votos en Pensilvania y un estrecho margen de 14 mil votos en Georgia, donde la diferencia es inferior al 0,5%. Es por eso por lo que la ley estatal obligó a un recuento completo y a mano de todos los votos.
Y es que Donald Trump nunca ha sido muy fan del voto por correo. A la vista están sus declaraciones semanas antes de las elecciones denunciando que se cometería fraude en el voto por correo sin tener pruebas y sembrando dudas, sus declaraciones pidiendo que se deje de contar ese voto en aquellos estados en los que iba ganando y las decenas de demandas interpuestas por los republicanos en varios estados para detener el conteo e impugnar estos resultados. De momento, ha prosperado una de las demandas en Pensilvania para separar votos por correo de personas que no confirmaron su identificación antes del 9 de noviembre. Unos votos que no se van a tener en cuenta en el recuento final pero que, ni de lejos, afectarán a la victoria de Joe Biden en este estado.
Las acusaciones de fraude electoral por parte de Donald Trump, que todavía no ha reconocido la victoria del Presidente electo Joe Biden, son muy serias viniendo del Presidente de la mayor democracia del mundo. Porque lo normal sería que la oposición acusara a la Administración Trump de fraude electoral, que son los que supuestamente tienen los mecanismos, y no al revés. Pero no es el caso.
Mientras Donald Trump prefiere seguir intentando ganar las elecciones por la vía judicial y lanzar “fake news” de fraude electoral, la realidad es otra. Los medios de comunicación ya han confirmado el ganador, la mayoría de líderes mundiales ya han reconocido el triunfo de Joe Bien (incluido Xi Jinping) y un comité del Departamento de Seguridad Nacional recientemente ha concluido que estas han sido las elecciones más seguras de la historia.
El balance de la gestión de los 4 años de la presidencia Trump no es que haya sido especialmente positivo a pesar de su política económica. Donald Trump deja un país completamente polarizado, con serios conflictos raciales, abandonado del multilateralismo, en guerra comercial con China, en plena expansión de la pandemia del coronavirus y fuera del acuerdo climático de París, por resumirlo brevemente. Y barriendo para casa, una política arancelaria que ha dejado en desventaja competitiva a los productores españoles.

La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca viene de la mano de la movilización en estas elecciones de las minorías y del desgaste de Donald Trump por su gestión de la pandemia, subestimando los efectos del coronavirus desde el primer momento, burlándose de las mascarillas e incluso organizando actos electorales masivos en un país en plena emergencia sanitaria, con estados colapsados, más de 10 millones de personas contagiadas y alrededor de 250.000 fallecidos a causa del COVID-19. Observando más de cerca lo que ha ocurrido en los estados de Nevada, Arizona, Michigan, Wisconsin, Pensilvania y Georgia (claves para la victoria de Joe Biden) podemos ver cómo ha evolucionado el voto respecto a 2016:
– En Nevada (NV), estado que en las anteriores elecciones ganó Hillary Clinton por la mínima, el voto hispano ha sido decisivo. Especialmente en el condado de Clark, donde se encuentra la ciudad de Las Vegas, con una gran comunidad latina que ha apoyado masivamente a los demócratas.
– En Arizona (AZ) los demócratas no ganaban desde Bill Clinton en 1996. Se trata de un estado tradicionalmente republicano que en estas elecciones se ha teñido de azul gracias al voto de la comunidad latina y por los desafortunados insultos de Donald Trump hacia John McCain, exsenador por Arizona y excandidato republicano a la presidencia fallecido en 2018, que ha llevado a su viuda a pedir el voto por Joe Biden en ese estado.
– En Michigan (MI) y Wisconsin (WI), estados del conocido Rust Belt (Cinturón del Óxido) y feudos tradicionales demócratas, Donald Trump ganó en las anteriores elecciones bajo una promesa de reindustrialización que nunca llegó. Pero Joe Biden se lo ha arrebatado gracias a la movilización de los votantes jóvenes, a los votantes con estudios superiores y a aquellos que se quedaron en casa en 2016. Pero gracias también a recuperar parte del voto obrero y el de los votantes blancos sin estudios que se perdió en 2016.
– En Pensilvania (PA), estado natal de Joe Biden y corazón del Rust Belt, su triunfo se explica por el voto demócrata de una clase trabajadora empobrecida y el voto procedente de grandes ciudades como Fidaldelfia o Pittsburgh y sus suburbs (zonas residenciales).
– Georgia (GA), el estado melocotonero, es el único estado sureño donde Joe Bien ha ganado gracias a la movilización del voto afroamericano procedente del Cotton Belt (Cinturón de Algodón que abarca varios estados del sur donde antiguamente había explotaciones de algodón y esclavos) y de su capital, Atlanta, y sus suburbs.

Pero Biden no va a tener fácil lo de gobernar sin una mayoría suficiente en el Senado que respalde sus proyectos. En estos momentos los republicanos van en cabeza con 50 senadores frente a 48 demócratas. Es precisamente en el estado de Georgia donde se decidirán los 2 escaños pendientes el próximo 5 de enero de 2021 al no alcanzar ninguno de sus candidatos al Senado el mínimo del 50% de los votos. La Constitución marca que, de producirse un empate, sería la Vicepresidenta electa Kamala Harris, en calidad de Presidenta del Senado, la encargada de desempatar en cada una de las votaciones. De lo contrario, si como los medios pronostican, los republicanos ganan en Georgia, Joe Biden tendrá más complicado sacar adelante sus políticas. Aunque no imposible, ya que podría buscar apoyos en varios senadores moderados del Partido Republicano.
Lo que está claro es que el foco mediático se va a centrar ahora en Georgia, donde ambos partidos van a invertir millones de dólares en publicidad para hacer campaña de cara a la segunda vuelta de las elecciones senatoriales. Una segunda vuelta que probablemente beneficie a Donald Trump por la baja participación que se prevé en un estado normalmente republicano y que además podría dar alas su posible candidatura en 2024, tal y como se rumorea en su entorno, o a la de su hijo Donald Jr. según algunos medios. El partido de las elecciones estadounidenses todavía no ha terminado. Donald Trump no está dispuesto a darse por vencido y va a poner todos sus esfuerzos en desacreditar el resultado de las presidenciales y en hacerse con el control del Senado, algo a lo que tendremos que esperarnos hasta el próximo enero.