¿Saben qué ha causado más muertes en la Historia de la Humanidad? ¿La peste bubónica? ¿La gripe española? ¿Quizá el hambre en el Tercer Mundo? Pues no, han sido las fronteras y las banderas. Ojala no hubieran existido jamás, conceptualmente, y todos fuéramos ciudadanos de un país llamado Mundo.
Pero detrás de cada bandera existe una cultura y una tradición, que es la memoria histórica y viva de cada pueblo. Los idiomas propios son un síntoma de la riqueza cultural de una sociedad, que hay que preservar. Y hay un sentimiento como pueblo, que hay que respetar.
Pero la cultura debe ser unión e integración, jamás disgregación o separación.
Y aquí entra en juego esa enfermedad llamada nacionalismo. El utilizar esta riqueza cultural como elemento de superioridad moral frente a tus vecinos, el pensar que tienes más derechos por tener una bandera con más historia (y si no la tienes te la inventas), el intentar suplantar los derechos individuales de las personas por los supuestos derechos de los territorios o el levantar imaginarios muros entre personas (fronteras) son la gran perversión de los nacionalismos exacerbados. Es una auténtica involución social. Me da igual quién piensa que “tengo una bandera y un idioma propio, luego tengo derechos superiores a ti”, o “mi nación tienes tropecientos siglos de antigüedad, lo que me da derecho a pisotearte, paleto provinciano”. Son dos caras de la misma moneda.
No nos contagiemos de “nacionalitis”. Los que pretendan utilizar las banderas como cañones y los idiomas como bayonetas, como verdaderas armas disgregadoras frente a enemigos imaginarios, me tendrán enfrente. No me verán jamás en esas trincheras, y espero que a ustedes tampoco. No caigan en su trampa.
Cultura y tradición SÍ. Nacionalismo NO.
@Vicent_Raga