Continuando con la serie de artículos de divulgación histórica, que no compendios de erudición ni con la intención de sentar cátedra, ha caído en mis manos, o mejor dicho en mis pantallas virtuales, un valioso ejemplar bibliográfico publicado en Londres en 1705 titulado «Geographical and Historical ACCOUNT OF THE PRINCIPALITY OF CATALONIA AND EARLDOM OF BARCELONA«, que podríamos traducir al castellano como «Recorrido geográfico e histórico del Principado de Cataluña y el Condado de Barcelona», aunque ‘Principality’ no es exactamente lo mismo que ‘Princedom’.
Por lo tanto, no está contaminado por la pretendida desnaturalización del país provocada, imaginariamente, por los decretos de Nueva Planta de 1707 y sucesivos, y mucho menos por el exacerbado nacionalismo catalán que surge entre sus clases más acomodadas en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX.

De lo más reveladora es su primera página, que podríamos traducir como: «Esta provincia de España que lleva el título de Principado y no el de Reino como algunos otros de menor entidad que todavía se denominan así, por los ingleses es conocida como Catalonia, por los franceses como Catalugna y por los españoles como Cataluña, antiguamente Cathaluña.»
Recordemos que con anterioridad a 1705, fecha de publicación del libro, que es de suponer que sería escrito incluso antes, en los albores del siglo XVIII, todavía permanece vigente en teoría la partición de reinos que proviene de la época de los Reyes Católicos y anteriores, aunque todos los títulos eran ostentados por un mismo monarca de la dinastía de los Austrias.

Ahora que no acaba ahí la cosa, atentos a este párrafo a caballo entre las páginas 5 y 6 en el que se habla de su lengua y que podríamos traducir así: «El idioma de esta región es el antiguo lemosín, o el de la región de los alrededores de Limoges en Francia, traída aquí y a Aragón por el rey Jayme o James apodado el Conqueridor cuando salió de Francia pero con una gran mezcla de español, algunas variantes árabes y otros idiomas; que este idioma en sí mismo no es inteligible para ningún español, como podría parecer por muchos libros impresos en tiempos pasados, pero en la actualidad toda la gente habla una especie de español roto (burdo), algo mejor o algo peor, como en las demás regiones, así que para ser entendido, lo mejor y más educado es hablarles en auténtico castellano.»

Y la cosa todavía va a peor cuando habla de sus gentes, pues dice de ellas que «La gente por lo general es lista e ingeniosa pero belicosa, lo que provoca que muchos de esta comunidad se alcen en armas, y los castellanos y otros españoles cuanto apenas se lo permiten…», y a partir de ahí entra en la descripción de tópicos sobre su carácter de difícil traducción al estar escritos en inglés antiguo, aunque vosotros si queréis también lo podéis intentar. Como para fiarse de los ingleses como aliados de una hipotética independencia.
Aunque me gustaría profundizar más en los episodios finales del libro, los últimos 50 años de la historia incluidos en el libro, en los que relata la conocida como Sublevación de Cataluña de 1640, conocida también como la Guerra dels Segadors, como parte de la guerra de los 30 años que tuvo un tardío rebrote a finales de siglo con la conocida como Revuelta de los Barretines, terminaremos este artículo con la conquista del Reino de Valencia en 1238.

Frente a la creencia popular, el rey moro Zeit o Abu-Zahid aliado de Jaime I de Aragón no fue expulsado sino que se convirtió al cristianismo, colaboró en el resto de la reconquista y pasó a formar parte de la nobleza aragonesa: «El rey moro de Valencia Zeit Aben Zeit, teniendo una gran parte de su reino tomado por Zaen, otro príncipe moro, el rey Jayme aprovechó esta oportunidad de discordia entre los infieles y en 1238 redujo esa noble ciudad y después todo ese reino cuyo rey Zeit abrazó la religión cristiana y tomó el nombre de D. Vincent Belvis, cuya descendencia continúa en una familia noble hasta nuestros días.»
Como conclusión, ni Felipe V ni Franco ni otras historias inventadas, Cataluña es lo que es y lo que siempre fue, y no lo que a algunos nacionalistas les gustaría que fuese o que hubiese sido.