La hora de los valientes

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Pedro Sánchez no es Gabino Diego. Aunque a veces parezca un joven anarquista, sus motivaciones no son la defensa del patrimonio nacional –de la cultura- como el héroe encarnado por el actor madrileño en la película de Antonio Mercero, de la que tomo el titular de este artículo, sino la supervivencia política, cueste lo que cueste. De eso no tiene duda nadie, ni siquiera los votantes socialistas. Y no es tiempo de abordar por enésima vez esta evidencia.

Ni siquiera es momento de reiterar la claudicación de los dirigentes socialistas más relevantes –barones, los llaman-. Ni Guillermo Fernández Vara, ni Javier Lambán, ni Susana Díaz han disentido. Por cierto, sin relevancia aparente entre la nobleza socialista de nuestro Ximo Puig, lo que demuestra la posición real de la Comunidad Valenciana. Al menos en la película, a los valencianos nos quedaba el autorretrato de Goya.

Sólo el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, ha mantenido un perfil revoltoso, que no rebelde, cuestionando la bilateralidad que recoge el acuerdo entre Pedro Sánchez y ERC. «Si se establece una relación de bilateralidad debe hacerse con todas las comunidades», ha dicho García Page. Algo que suena a reivindicación autonómica, que no a defensa de la unidad territorial y de los principios que defiende la Constitución Española.

Si la única voz crítica del PSOE sólo reclama que no se olviden de su parte del pastel, no sea que solo queden telarañas en la caja común para el resto, es que no hay voz crítica en el socialismo con silla. Los que están gozando de la jubilación, no cuentan.

Hoy, se echa en falta a socialistas como Alfredo Pérez Rubalcaba. Él fue quien bautizó el Gobierno Frankenstein, no la oposición. Con eso se dice todo. Hay quien lo vio como un Sith, miembro de una orden mística y monacal representante del Lado Oscuro de la Fuerza. Tampoco era un caballero Jedi, no nos engañemos. Pero sí, un político de esos que se llama en los mentideros “fontanero”, inteligente y conocedor de los entresijos de las cloacas de la política nacional, pero respetuoso con las líneas maestras de Constitución. Bastaba con esto.

Por eso, creo que es La Hora de los Valientes.

Ojalá se encuentren esos valientes entre los diputados socialistas del Congreso, pero sólo es una ensoñación de alguien que sigue creyendo que la democracia se sustenta en el principio de solidaridad y la igualdad de todos los ciudadanos. Dudo que la férrea disciplina de partido evite que el martes Pedro Sánchez recabe más síes que noes en la segunda votación del debate de investidura.

Si los valientes no se encuentran en el lado izquierdo del hemiciclo, deberíamos buscarlos en el lado derecho. Pero el miedo a perder el liderazgo de la oposición –y quizá del propio PP- de Pablo Casado frente a Santiago Abascal (VOX), los mantiene en una posición egoísta similar a la de Sánchez. Piensan más en su futuro político y el de sus formaciones, que en el del país. Nada se puede esperar de ellos, aunque en sus manos estaba hacer el sacrificio de investir a Sánchez a cambio de nada. O mejor dicho, sin pedir nada más que reconociera públicamente que se mantendría fiel al marco constitucional, con el sacrificio de sus gobiernos autonómicos y municipales con independentistas. Algo inasumible, en realidad.

Nos queda pensar en que los pequeños –por número de escaños, digo- se hagan el haraquiri, mientras los grandes –por número, no por ética- siguen con sus eufemismos para defender lo indefendible y no decir lo que resulta obsceno, inmoral y vil. Pero los partidos con menor representación, han aprendido que se puede poner precio a su apoyo sin que eso vaya a afectar a su dignidad, o sí, pero qué más da. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y así murió apedreado el único inocente.

Se nos había olvidado el centro, quizá porque ya nadie cuenta con él. O ella, en este caso. Inés Arrimadas es una esperanza de futuro, algo así como Rey Palpatine, una chatarrera –pongan abogada aquí, si les suena mejor- cuyos padres la abandonaron en el desértico planeta de Jakku. Como aún no he visto El ascenso de Skywalker, no me pidan que adivine su relevancia en la historia futura. Ni soy, ni pretendo pasar por Nostradamus.

Lo único que puede hacer Arrimadas es mantenerse viva políticamente, en espera de poner orden en sus filas y afrontar un año en el que, si seguimos el discurso del egoísmo reinante, disfrutará de una posición cómoda para su alumbramiento, mientras sus futuros rivales políticos se consumen. Lo de las llamadas a los barones socialistas es parte de este teatrillo de supervivencia en la opinión pública o publicada, como prefieran llamarla. Y la defensa cerrada de Vara, Díaz o Lambán, la muestra de que “Donde dije digo, digo Diego” es la máxima de la política actual.

Otra cosa es que salte la sorpresa en Las Gaunas, permítanme la licencia atlética de Carrusel Deportivo, Pedro Sánchez acabe en El libro Guinness de los récords con el dudoso honor de acaparar el mayor número de investiduras fallidas, y nos vayamos a los quintos comicios en un lustro. Previsiblemente, se convocarían en marzo y se celebrarían el 22 de abril. Ojalá.

Si han llegado hasta aquí, siguen buscando a esos “valientes” a los que ha llegado su hora. Pues bien, somos usted -lector- y yo. Es nuestra hora. Sánchez dice que la ley «por sí sola no basta» y defiende el diálogo en Cataluña y superar la «deriva judicial». Yo, el lunes comeré con la familia y repartiré regalos, tratando de olvidarme de la política española. Pero el martes, el martes… a quien quiero engañar. El martes me iré a trabajar. Los cementerios están llenos de héroes.