La fábrica catalana de españolismo

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Mucho se ha hablado sobre si la inacción y/o la ausencia de propuestas del gobierno español ante el desafío del nacionalismo catalán es la principal causa de crecimiento del independentismo en Cataluña, que de esta manera obtiene una justificación, indudablemente interesada.

Sin embargo, mi percepción personal es que el número de independentistas permanece estancado o ha sufrido un leve retroceso, entre el millón y los dos millones de personas, mientras que de un tiempo a esta parte el número de españolistas está creciendo muy notablemente.

Hace una década los españoles en general estábamos relativamente satisfechos con nuestro modelo territorial autonómico, apenas algunos grupúsculos residuales discutían las bondades de una estructura que acercaba las decisiones políticas al ciudadano, mientras que estos últimos años y muy especialmente desde que el nacionalismo catalán planteó el referéndum secesionista para el próximo uno de octubre, cada vez son más las voces que abogan por la retirada de competencias a las autonomías en servicios básicos como educación, sanidad o dependencia, para convertirlas en entes meramente representativos sin capacidad real de actuación.

Cuando hace unos años tanto la bandera como el himno españoles se habían convertido en signos institucionales neutrales que había que tener por no ser diferentes a otros estados, ahora inflaman los corazones de muchos ciudadanos, que llegan a colgar de sus balcones la enseña nacional como respuesta a las esteladas de sus vecinos. Y la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que por otra parte puede acabar resultando inevitable, supondría sin duda un reconocimiento del fracaso del modelo autonómico que vertebraron los padres de la carta magna, Mucho nos tememos que ambos nacionalismos, el catalán y el español, es lo que están buscando.

El gobierno español de Mariano Rajoy ha dado sobradas muestras de su respeto y apertura a los nacionalismos periféricos, así como de su compromiso con el modelo autonómico y con el diálogo como principal herramienta para resolver los conflictos territoriales. Quién no recuerda la broma de una emisora catalana que a comienzos de 2016 llamó a la Moncloa haciéndose pasar por Puigdemont y logró hablar con el presidente español, que acogió con interés y esperanza la falsa iniciativa de diálogo del falso Puigdemont.

O como el gallego incombustible no ha querido aprovechar la oportunidad que le brindaban los atentados del radicalismo islámico del pasado agosto en Barcelona y Cambrils para sacar el ejército a las calles catalanas, cuando habría estado perfectamente legitimado por actuaciones similares en países vecinos como Francia, Bélgica o Gran Bretaña.

Incluso ayer mismo Rajoy declaraba, en mi opinión en un alarde de sinceridad no impostada, que le iban a obligar a hacer lo que no quería hacer. Y no sólo la sinrazón del nacionalismo catalán está fabricando españolistas militantes sino que ha conseguido recuperar el prestigio entre los españoles de políticos del PP como el ministro Montoro o el fiscal Maza que ya habían sido reprobados por el Congreso, y que ahora muchos españolistas consideran héroes a consecuencia de sus actuaciones en contra del referéndum ilegal. Si en la primavera de 2016 fue Pablo Iglesias quien salvó a Rajoy de ser relevado por Pedro Sánchez, ahora parece que van a ser Colau, Puigdemont, Forcadell y Junqueras.

También sé, para acabar, que estas reflexiones no tendrán el mismo éxito que las soflamas nacionalistas de cualquier signo, inmediatamente reconocidas por sus acólitos recalcitrantes, que prefieren aplaudir a pensar. No me importa, no busco el reconocimiento o la fama sino el entendimiento, la razón y la verdad, que junto al sentido común son para mí los signos distintivos del partido al que pertenezco, Ciudadanos, y probablemente su último refugio en esta España nuestra en la que nos ha tocado vivir, que lo mismo cualquiera de nosotros podría haber nacido en cualquier otro sitio o en cualquier otra época y tener otros sentimientos nacionales cualesquiera.

1 Comentario

  1. Países como Francia con regiones como ‘su’ País Vasco y ‘su’ Cataluña (además de Córcega, Bretaña, Normandía…) o Alemania, país federal, son países abonados para separatismos, pero no los tiene, o mínimamente, por esto:
    ►Ley Fundamental de la R. Federal de Alemania:
    Art 7: El sistema escolar en su totalidad está sometido a la supervisión del Estado.
    Art 9: Quedan prohibidas las asociaciones que se dirigen contra el orden constitucional.
    Art 21: Son inconstitucionales los partidos que, según sus fines o según el comportamiento de sus adherentes, tiendan a trastornar o a poner en peligro la existencia de la República Federal de Alemania.
    ►CONSTITUCIÓN DE FRANCIA:
    Art 1: Francia es una República indivisible, laica, democrática y social.
    Art 89: Ningún procedimiento de revisión [constitucional] puede ser iniciado cuando se refiera a la integridad del territorio.
    ►CONSTITUCIÓN DE PORTUGAL:
    Art 51: Ningún partido será constituido con nombre o programa que tenga naturaleza o alcance regional.
    ●Muchísimos más ejemplos de países indivisibles aquí→ https://goo.gl/lyDGjX

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