La simbología, último bastión que las élites independentistas tratan no sin estrépito de utilizar para enmascarar el enésimo fracaso del autodenominado ‘Procés’ y ‘Estado propio’ catalán, constituye sin embargo, el estoque último a la fractura social en Cataluña.
La perversión de la simbología que realizan quienes precisamente atentaron, deliberadamente, en uno de los episodios más infames de la historia parlamentaria de Cataluña, contra la libertad de expresión y derechos de la oposición en la sede de la soberanía de todos los catalanes, son quienes han corrompido las instituciones, el lenguaje y los símbolos. No obstante, no es esto lo más grave, pues han secuestrado vilmente la convivencia entre catalanes, y trasladado el odio fratricida de la causa independentista a los vecinos y al espacio público.
Al parecer, no queda otra alternativa para los acérrimos adeptos al secesionismo, que seguir sembrando la crispación, llenando playas, puentes y calles, de cruces, plásticos y lazos amarillos, cuyo claim no significa otra cosa que pedir la libertad de quienes se encuentran en la cárcel, precisamente por tratar de asestar un golpe a la democracia y al Estado de Derecho. No obstante, por utópico que pueda parecer, subyace en la simbología independentista, un peligroso rasgo, leitmotiv de cualquier totalitarismo: señalar e intimidar al disidente, a quien discrepa y piensa diferente y por si no fuera suficiente, en los últimos días dichos lazos han pasado a convertirse en bolsas llenas de excrementos, atacando la dignidad de quienes, no secundando el separatismo rancio y excluyente, se dedican legítimamente a retirarlos.
A todo esto, no faltan quienes amparan, desde la burda equidistancia, la usurpación del espacio público para segregar, para distinguir entre buenos y malos, entre demócratas y fascistas, en función del color de un plástico entrelazado, que no solo insulta a quienes sufren y han sufrido en sus carnes la crudeza de regímenes presididos por la tortura y represalias políticas, sino que también cercena neutralidad y la diversidad de opiniones, imponiendo como dogma lo que no es más que una imperativa huida hacia delante, a lomos de un independentismo sectario, tan frustrado como agotado y que ninguna cabida tiene en la Sociedad Española.
No obstante, no son los únicos. La radiografía del Consell que aún nos preside en la Comunitat Valenciana, es la de un Botànic, que bien podría llamase ‘Govern dels Països Catalans’, ya que tenemos un PSOE más bien preso, y víctima de las filias y ensoñaciones de su propio pasado, acerca de un ‘País Valencià’ fantástico como el de las Maravillas de Alicia. Pongámonos sino, a ver cómo un amalgama de partidos como Compromís, en cuyo sustrato y Estatutos se halla el impertérrito afán de conseguir los anhelados ‘Països Catalans, se torna cómplice y cooperador necesario del independentismo, bien sea por omisión, negando la invasión a la pluralidad y al espacio público que suponen los lazos amarillos, o bien por acción, dado el flagrante adoctrinamiento que insufla y promueve en las aulas valencianas, impulsando Leyes y Decretos sectarios al servicio de su ideología y no del interés general de los valencianos, pervirtiendo el significado de la ‘educación pública’.
Todo esto, no lo dice este columnista, así lo expresan pesos pesados de la formación nacionalista Compromís que se manifestaron a favor de los políticos presos, y sí, lo he escrito bien, ya que nada tienen de presos políticos, ya que están en prisión por incumplir la Ley y atentar contra el Estado de Derecho, adjudicándose el derecho de poder decidir y trocear la soberanía Nacional, obviando la opinión y voz del resto de Catalanes y Españoles, así como por malversar el dinero de todos los catalanes para fines independentistas o a favor de ensuciar las calles con lazos amarillos, aludiendo a que se trata de un ejercicio de libertad de expresión; hasta tal extremo de que una conocida Diputada Nacional de Compromís, se ha dedicado a instigar a que no se retiren de las calles valencianas dichos lazos que obvian e insultan a los valencianos.
Pues bien, este columnista se pregunta, si no es pues libertad de expresión arrancarlos y tirarlos a la basura por cuanto representan, ya que los mismos suponen un menosprecio al Estado de Derecho, a la Soberanía Nacional y sin duda alguna, faltan al respeto a valencianos y valencianas, por imponer en las calles lo que no se ganó en las urnas, intentando amordazar la pluralidad y amenazando la convivencia señalando entre iguales.
Olvidan por tanto, de forma deliberada, que el espacio público, es el escaparate del estado en que se encuentra una sociedad, en la que por desgracia, hemos pasado la reconciliación y la concordia a la insolidaridad, el frentismo y el afán por reabrir viejas heridas ya cerradas y cicatrizadas.
Los españoles estamos hartos de que se siga hablando de rojos y azules, de catalanes y Españoles, como si no fuésemos todos Españoles, ya que ser catalán, implica ser español y a su vez europeo, tal como ser valenciano, es ser Español y a su vez Europeo.
Por ello mismo, Ciudadanos seguirá del lado de la convivencia, la libertad y el respeto entre iguales, sin tregua alguna frente al adoctrinamiento, la división y el odio que proclaman quienes se empeñan en dilapidar la soberanía, la igualdad y la convivencia entre españoles. No permitiremos que quienes quieren destrozar España, empiecen por nuestra tierra, imponiendo su ‘libertad de expresión’, frente a la libertad de expresión y diversidad de todos los Españoles.
Por ello mismo, y por mucho que les pese a algunos de los Partidos de esta Comunitat, desde Ciudadanos seguiremos quitando lazos amarillos, no para confrontar ni para señalar a nadie, sino para reconstruir y convertir en diálogo y concordia, lo que hoy no es más que un odio y frustración cuyos tentáculos algunos pretenden extender a la Comunitat con la complicidad de distinguidos dirigentes del Botànic.