No hay que esforzarse para darse cuenta de que la sociedad está cambiando y que vivimos un tiempo en el que las mujeres han tomado la palabra con más fuerza que nunca, pues puede que jamás se les hubiera defraudado tanto. A buen observador no le hace falta lupa para vislumbrar que cada día son más las que están dispuestas a ocupar el sitio que les ha correspondido siempre.
Mujeres capaces de labrar su propio destino, que no precisan de la mano de nadie para caminar, que no aceptan que se les ponga por delante porque no están por detrás, y que rehúsan de una posición aventajada porque se saben capaces de lo que ellas quieren lograr por sí solas y sin miedo a nadie ni a nada.
Comienza a instaurarse un entendimiento que nuestra sociedad necesita y requiere desde hace tiempo. Un liderazgo que no excluye a nadie, sino que aúna y no separa por diferencias irracionales. Poco a poco son más las personas que abren los ojos ante esta realidad que muchos se han empeñado en tapar.
Poco a poco aflora una mirada hacia otros modos de entender la sociedad en todas sus expresiones, individuales y colectivas, sociales y privadas, en las que las mujeres también tienen algo que decir y quieren tomar parte de forma más colaborativa y menos verticalizada, que exige la mejora de muchas cosas y el principio de otras tantas, como la de comprender que, a veces, justicia y dignidad no van de la mano.
Hasta la propia política comienza a dar a la mujer el lugar que le concierne y que merece por igual. La gobernabilidad en nuestro país cuenta con mujeres increíbles, capaces de todo, que incluso han ganado grandes elecciones contra viento, marea y realidades paralelas.
La repercusión de este cambio de paradigma es global, está pasando en todo el mundo, y cada día va a serlo más. Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer para dar luz y visibilizar una realidad que ha estado ahí siempre, para que llegue el momento en el que no necesitemos de esas gafas para verla, sino que nos sobren porque deslumbra.
Tal vez estamos ante las cenizas de lo que fueron en su día los movimientos antisistema de ruptura, que lo pretendieron todo sin conseguir nada. De todo ello parece emerger una primera causa en particular, probablemente la que sí que existía y se invisibilizó: las mujeres, la realidad y la justicia.